Por Paulina Martínez Sarabia
El mayo pasado tuve el honor de asistir al Festival de Aves Costeras de la Bahía Kachemak como beneficiaria de la Beca Conmemorativa Tim Schantz. Tim Schantz es un reconocido observador de aves y guía naturalista que murió de repente a causa de una enfermedad de las arterias coronarias en 2001 a la edad de 36 años mientras guiaba un viaje a la Isla St. Lawrence, en Alaska. Tim tenía una intensa pasión por las aves y pasó su vida estudiándolas y compartiendo su amor y conocimiento con los demás.
La Fundación Conmemorativa Tim Schantz se estableció después de la muerte de Tim a fin de honrar su pasión promoviendo el interés en las aves y su vida. Con ello en mente, la fundación otorga anualmente una beca de viaje para el Festival de Aves Costeras de la Bahía Kachemak, que se realiza cada mayo en Homer, Alaska.
Mi viaje comenzó cuando se me informó de la oportunidad de obtener una beca para asistir al festival. En cuanto me enteré, empecé a llenar la solicitud y a pensar en un tema interesante para mi presentación.
Sabía que la beca apoyaba a estudiantes que han trabajado con aves costeras y rápidamente se me ocurrió dar una charla sobre las aves que visitan Marismas Nacionales, en México. Pensé que ese tema sería atractivo porque son especies internacionales que migran cada año, por todo el continente, y Alaska es uno de los principales destinos de reproducción.
Estaba muy emocionada de dedicar todo mi esfuerzo para hacerlo realidad. Nunca pensé que tendría la oportunidad de visitar sitios como este donde las aves siguen su ciclo de vida, pero di mi mejor esfuerzo por obtenerla. Un mes después, recibí la grandiosa noticia de que había sido seleccionada para recibir la beca y podría participar en el festival. Estaba encantada con la noticia e inmediatamente empecé el proceso para obtener los documentos necesarios, como pasaporte y visa. Debo confesar que estaba un poco nerviosa, ya que nunca había viajado tan lejos de México. Además, no conocía a nadie que fuera a ir al festival, pero Jennie Duberstein del Sonoran Joint Venture me inspiró la confianza en mí misma para hacerlo.
Mi vuelo llegó a Alaska como a las 11pm y conforme advertía la luz en el horizonte, incluso tan tarde, me di cuenta de la experiencia tan especial que iba a tener. Cuando llegué al aeropuerto de Anchorage, Lisa y Bob Dittrick, de Wilderness Birding, inmediatamente me reconocieron y tuve el placer de conocerlos y pasar la noche cómodamente en su casa en medio de las montañas nevadas en Eagle River, Alaska. A la mañana siguiente charlamos amenamente y observamos aves desde su jardín, donde vi mis primeras especies para añadir a mi lista de vida: el arrendajo canadiense y el pardillo norteño. Después de eso nos fuimos a varios sitios de observación de aves preciosos. Particularmente me gustó Arctic Valley, a donde fuimos a buscar al lagópodo.
Después de disfrutar de un día de observación de aves con los Dittrick, continué el viaje a mi destino final: Homer. El vuelo de Anchorage a Homer estuvo increíble porque pude apreciar las montañas nevadas, los ríos, los lagos congelados y el mar desde arriba. Cuando llegué a Homer tuve un cálido recibimiento por parte del personal del Centro de Islas y Océanos.
Al día siguiente tuve el placer de disfrutar de un viaje en embarcación por la Bahía Kachemak con Jeff Gordon (Presidente de la Asociación Americana de Observación de Aves) y su esposa Liz. Este fue un día muy especial porque vi muchas aves acuáticas que nunca había visto, incluyendo al mérgulo lorito, al mérgulo jaspeado, al arao común y al arao colombino, entre otros. Fuimos los primeros en encontrar al frailecillo copetudo cerca de Gull Island y fue increíble ver esas hermosas especies en su hábitat natural. Compartir esta experiencia con Liz y Jeff fue maravilloso. Por la tarde finalmente conocí a Mike y Tom Schantz (quienes me otorgaron la beca) en el Centro de Islas y Océanos. Luego tuve tiempo de conocer el centro y poder disfrutar la manera interactiva y realista en la que muestran la vida silvestre de Alaska.
Tuve un día para mí y decidí rentar una bicicleta y pasear por la punta de la Bahía Kachemak. Empaqué mi cámara, binoculares y guía de campo y salí. Hice bastantes paradas para ver las aves costeras. Encontré a mi primer chorlito dorado siberiano corriendo a lo largo de la playa. Luego una bandada de 800 playeros pasó volando, mostrando su plumaje reproductivo. También presencié una escena totalmente silvestre cuando un halcón peregrino me zumbó, cazando a un pato golondrino. Al llegar a la punta de la bahía encontré a un pescador, junto con un par de águilas cabeza calva esperando algo de pescado. Me sorprendió tener a esas águilas tan cerca; fue increíble y realmente pude ver las diferencias en el plumaje entre un juvenil y un adulto. ¡Hermoso!
El día siguiente comenzó temprano, al levantarme para ir a observar aves a una granja cercana. Esto fue agradable porque las grullas grises se reúnen ahí cada año; este año no fue la excepción y el lugar estaba repleto de grullas alimentándose y desplegándose. Esa tarde llegó el momento que había anticipado (o quizá temido, un poquito): mi presentación en el Centro de Islas y Océanos. Aunque estaba nerviosa, me sentí muy bien al final. El público me hizo muchas preguntas y tuvo mucho interés en los grandes números y la diversidad de las aves costeras en Marismas Nacionales. Después recibí muchas felicitaciones y me sentí satisfecha y feliz de compartir la importancia del área donde vivo en un festival internacional de aves costeras. Al final pude relajarme y disfrutar el resto de mi estadía en Homer.
También tuve la oportunidad de visitar Anchor River con la familia Schantz. Ese día en particular hizo mucho frío, con mucho viento, pero disfruté mucho el tiempo, que nunca antes había experimentado. También vi otras especies para mi lista de vida, incluyendo al colimbo pacífico y al escribano ártico. En general tuve un día muy bueno con la familia Schantz.
Mi regreso a Anchorage fue por tierra en lugar de por avión y esta parte del viaje fue especial porque conocí más del paisaje de Alaska. Pasamos cinco horas manejando y por todas partes había vida silvestre, vistas lindísimas, lagos, ríos, mar y aves como el cisne trompetero, el cormorán orejudo, el charrán ártico y más. También me gustó ver al oso grizzli alimentándose en la ribera del Kenai. Sentí como que la naturaleza de Alaska me daba un regalo de despedida.
Verdaderamente esta fue para mí, una experiencia que te cambia la vida. Espero que la Fundación Conmemorativa Schantz continúe con su programa apoyando a estudiantes que aman observar aves y a la conservación. También me gustaría agradecer al Sonoran Joint Venture por su arduo trabajo y el apoyo en el conocimiento de las aves y su conservación, al igual que sus hábitats. También le doy las gracias a la Asociación Americana de Observación de Aves por apoyar mi solicitud.
Este viaje amplió mi entendimiento acerca del increíble viaje migratorio que estas aves realizan para completar su ciclo de vida, conquistando países, climas y condiciones climatológicas adversas. Entre más aprendo sobre las aves, más las quiero y valoro a estas maravillosas y fuertes criaturas. Estoy más emocionada que nunca y con más herramientas en mano para seguir luchando por mi sueño de trabajar para proteger las aves y los hábitats de México de modo que otros puedan tener la misma oportunidad de amarlos y disfrutarlos.